Estas fueron las palabras pronunciadas por el ministro de Defensa, Diego Molano, al explicar detalles de un bombardeo el pasado 3 de marzo de las Fuerzas Militares a un campamento de las disidencias de las FARC, donde se denunció la muerte de varios niños y niñas.
“Eh no, estamos hablando de que había alguien aprendiendo para el ICFES, aquí lo que tenemos es un terrorista como Gentil Duarte que ha preparado a jóvenes “Máquinas de guerra” que atentan contra la sociedad colombiana, que cometen actividades de narcotráfico, que cometen actividades terroristas; entonces por supuesto yo que fui director del ICBF tengo absoluta claridad que lo que hacen las disidencias de la FARC y lo que hicieron las FARC fue preparar “Máquinas de guerra” que atentan.”
El periodista Hollman Morris publicó un vídeo en el que denunciaba que en dicho bombardeo probablemente habrían muerto más de diez menores de edad, aunque medicina legal solamente ha confirmado la muerte de una de 16 años, el informe no es concluyente ya que hay varios cuerpos que se encuentran sin analizar, así que los niños y niñas asesinados pueden ser más; esto sumado a que se reportan más de 20 niñas y niños perdidos en la zona.
Pero aquí la pregunta es ¿Los niños son “Máquinas de guerra” como lo afirmo el ministro Diego Molano?
Vamos a responder: la legislación colombiana protege a los menores de 18 años que forman parte de los grupos armados ilegales, los cataloga como víctimas. Cuando llegan a manos de las autoridades su estatus cambia de capturados a recuperados, es por eso que a lo largo de la historia del conflicto esos menores pasan a cuidado del ICBF y no son procesados penalmente. Eso significa que un menor reclutado forzosamente no debe ser considerado un blanco legítimo o una “Máquina de guerra” sino un rehén que debe ser rescatado.
Los bombardeos son la máxima expresión del uso de la fuerza del estado y estos solamente deberían ser utilizados como último recurso para contener acciones enemigas en el marco de un combate; pero en este caso estamos hablando de niñas y niños reclutados de manera forzada, que están en su campamento y reciben ese desproporcionado ataque. No había combates, así que en cuanto al tema internacional existe una ambivalencia.
El DHI establece que una persona mayor de 15 años puede ser considerado un combatiente y en consecuencia un blanco legítimo, pero en la Convención sobre los derechos de los niños en 1990 establece que para los efectos de esa convención, se entiende por niño todo ser humano menor de 18 años de edad; en el artículo 1 dice que: los estados partes respetarán los derechos enunciados en la convención y asegurarán su aplicación a cada niño sujeto a su jurisdicción sin distinción alguna, independiente de la raza, del color, del sexo, del idioma, la religión, la opinión política o de otra índole de origen nacional, étnico, social, la posición económica, los impedimentos físicos, el nacimiento o cualquier condición del niño, de sus padres o sus de sus representantes legales y en el artículo 2 indica que los estados partes tomarán todas las medidas apropiadas para garantizar que el niño se vea protegido contra toda forma de discriminación o castigo por causa de la condición, las actividades, las opiniones, las creencias de sus padres de sus tutores o de sus familiares.
Aunque esto no debería ser objeto de debate, es importante aclarar que las niñas y niños reclutados forzosamente son rehenes, están secuestrados por grupos al margen de la ley que se provecharon del abandono estatal, de la falta de presencia del estado ¿Dónde estaba el estado cuando se los llevaron? ¿Dónde estaba el estado para protegerlos y brindarles educación, bienestar y prosperidad?
La teoría del reclutamiento forzoso establece que una persona es llevada a la guerra en contra de su voluntad o cuando no está en capacidad de decidir, como es el caso de las niñas y los niños. Y aunque existan integrantes de los grupos al margen de la ley que están allí voluntariamente debemos pensar también en la injusticia social que los lleva a elegir ese camino.
En conclusión, más allá de polaridades, nuestra invitación es a reflexionar y cuestionarnos frente a la situación actual: está muriendo gente todos los días: guerrilleros, policías, militares; COLOMBIANOS nos estamos matando entre nosotros mismos en una guerra sin sentido y estamos dejando de lado los seres humanos que hay detrás de esos uniformes o bandos.
Tal vez si pudiéramos escuchar a los miles de niños y niñas que se ven obligados a tomar un arma, si conociéramos la historia que hay detrás de cada uno, sus razones, sus miedos, sus sueños; si nos encontráramos de frente con su mirada y su alma, podríamos comprender que la guerra crea escenarios únicos, extremos, atemorizantes, en los que se toman decisiones de supervivencia, difíciles de comprender. El abandono, la pobreza, la falta de oportunidades, la violencia extrema y la fragilidad de ser un niño o niña en medio de estas circunstancias, deberían generarnos cuestionamientos, reflexiones y mucha empatía antes de incitarnos a juzgar con tal frivolidad.
Fuentes:
Ilustración de @lamalucadibuja