La palabra zancos se veía muy alta, la palabra bombo aturdía, la palabra baile paralizaba, y la
palabra máscara a la mayoría apenas le permitía ocultarse del miedo que producía el enfrentarse
a lo desconocido.
¡Ahí estaban las y los jóvenes!, ¡iguales a los demás, sin etiquetas! Sin más protección que escudos,
espadas y máscaras de cartón y resiliencia, recordando largas travesías por el monte, pero esta vez
sin el equipaje del miedo, sin más armas en sus manos que cintas de colores, atrapasueños de
esperanzas, y en los rostros, esquirlas de mirellas adornando sus miradas de asombro e inocencia
difusa.